martes, 25 de septiembre de 2007

Miércoles

Terminó la botella y prendió un cigarrillo; la euforia y la lucidez de aquel momento le resultaron por demás placenteras, casi perfectas para una noche a solas en su departamento. Inspiró profundo una vez más, sintió como se le aceleraban los latidos y la energía le volvía al cuerpo; abrió otro Johnnie W que tenía escondido al fondo del aparador, de reserva para ocasiones como estas. Sabía que no iba a emborracharse, pero igual se sirvió una medida moderada, siempre se sintió orgulloso de poder mantenerse en control.
Después de un rato de fantásticas cavilaciones decidió que era tiempo de moverse un poco y salir a la calle. Que iba a hacer un miércoles por la noche a esas horas? No iba a ser fácil encontrar a alguien dispuesto a seguirlo cuando mañana era un dia laboral, al menos no sus amigos. Marcó el numero de Lola con pocas esperanzas, lo atendió inmediatamente el contestador y cortó, no valía la pena dejar mensaje.
Se puso la campera y bajó a la calle. No se veía un alma y hacia frío, pero no le importó; estaba bien y asi seguiría por un buen rato.
Caminó un par de cuadras hasta Corrientes y dobló a la derecha, seguro de que habría algo abierto. Encontró finalmente un bar bastante viejo y oscuro, con algunas mesas y sillas desparramadas como al descuido y un pool al fondo. Tres tipos ocupaban el pool y se reían y gritaban cada tanto, parecían un poco borrachos. En la barra estaba sentada una fulana que seguramente había visto mejores épocas, el maquillaje espeso no le alcanzaba para disimular un rostro brutal, avejentado por mil malas noches y peores mañanas. Se sentó cerca de todos modos, y trató de entablar conversación, pero la chica apenas le contestó con un gruñido. Pidió un Blenders a falta de algo mejor y bebió en silencio por un rato. Finalmente, dejó un billete sobre el mostrador y se levantó, pensando que probablemente debería haberse quedado en casa tomando, en lugar de malgastar su tiempo y su dinero en un lugar para perdedores como ese.
Caminó unas cuadras de regreso y pasó delante de un policía que lo miró con cara de pocos amigos; apuró el paso y empezó a sentir que la depresión bajaba mas rápido de lo que podría haber esperado, odiaba esa parte del asunto.
Llegó a su edificio, entró y cerró la puerta con llave, las manos comenzaban a temblarle y le dolía la cabeza. Miró las paredes descascaradas a su alrededor y recordó que todavía no había pagado el alquiler. Mañana saldría a buscar trabajo, siempre y cuando pudiera dormir un par de horas.
Se acostó y apagó la luz. Se quedó con los ojos abiertos, mirando el resplandor que daba sobre el techo, esperando a que le llegara el sueño.