miércoles, 15 de agosto de 2007

Martes

No fue sino hasta las 2 de la tarde que pudo identificar el malestar que lo acosaba. Miró la tienda vacía a su alrededor y se preguntó que estaba haciendo ahí, viendo pasar la vida por la ventana, esperando a alguien que lo sacara de sus elucubraciones.
Hacía dias que venía rumiando lo mismo, y hoy era martes, un martes blanco en medio de una semana anodina. Recordó tiempos en los que el ponerse a pensar era un lujo, en que la fiebre de un dia interminable solo le dejaba fuerzas para llegar a la mañana siguiente. No, tampoco extrañaba eso. Entonces?
Se asomó a la puerta, el aire ya anticipaba el otoño; no iban a tardar en caer las primeras hojas. Siguió rumiando por lo bajo, caminó hasta la cafetería y pidió el acostumbrado café negro, sin azúcar. Siguió su marcha y chequeó el correo. No lo vió al principio, pero ahí estaba, el sobre azul apenas visible entre cuentas y propaganda. Volvió despacio, con cautela, ensimismado.
Con manos temblorosas, lo separó del resto y lo dejo sobre el mostrador, sin atreverse a mirarlo. Decidió que era muy pronto para abrirlo, que lo mejor sería hacer lo que tenía que hacer; de cualquier manera, no iba a pasar de esta noche.
El resto de la tarde transcurrió como si el tiempo se hubiera detenido del todo. Aprovechó para poner algunos papeles en orden, escribir un par de cartas a su abogado y a su familia, y revisar su casilla de correo electrónico.
A eso de las siete compró un sandwich y una gaseosa, cerró el negocio, y sin mas, abrió el sobre azul. Leyó la carta sin membrete despacio, mientras comía, sin emoción visible; luego la prendió fuego en la cocina y dejo que el toilet se deshiciera de las cenizas y los restos de papel quemado.
Se sentó en su escritorio y buscó en el cajón de la izquierda; encontró el sobre flamante y sin rótulo que había estado guardando por los últimos cuatro meses. Garabateó las palabras que ya sabía de memoria, lo cerró y con pesar, escribió la dirección del destinatario.
Ya estaba oscureciendo. De camino a la estación depositó la fatídica carta en un buzón, compró el boleto y esperó en el andén.
Se tiró una milésima de segundo antes de estar seguro que lo haría, sin darse tiempo a pensar.
Martes. Era mejor asi.