No fue sino hasta las 2 de la tarde que pudo identificar el malestar que lo acosaba. Miró la tienda vacía a su alrededor y se preguntó que estaba haciendo ahí, viendo pasar la vida por la ventana, esperando a alguien que lo sacara de sus elucubraciones.
Hacía dias que venía rumiando lo mismo, y hoy era martes, un martes blanco en medio de una semana anodina. Recordó tiempos en los que el ponerse a pensar era un lujo, en que la fiebre de un dia interminable solo le dejaba fuerzas para llegar a la mañana siguiente. No, tampoco extrañaba eso. Entonces?
Se asomó a la puerta, el aire ya anticipaba el otoño; no iban a tardar en caer las primeras hojas. Siguió rumiando por lo bajo, caminó hasta la cafetería y pidió el acostumbrado café negro, sin azúcar. Siguió su marcha y chequeó el correo. No lo vió al principio, pero ahí estaba, el sobre azul apenas visible entre cuentas y propaganda. Volvió despacio, con cautela, ensimismado.
Con manos temblorosas, lo separó
El resto de la tarde transcurrió
A eso de las siete compró un sandwich y una gaseosa, cerró el negocio, y sin mas, abrió el sobre azul. Leyó la carta sin membrete despacio, mientras comía, sin emoción visible; luego la prendió fuego en la cocina y dejo que el toilet se deshiciera de las cenizas y los restos de papel quemado.
Se sentó en su escritorio y buscó en
Ya estaba oscureciendo. De camino a la estación depositó la fatídica carta en un buzón, compró el boleto y esperó en el andén.
Se tiró una milésima de segundo antes de estar seguro que lo haría, sin darse tiempo a pensar.
Martes. Era mejor asi.