El sábado, después de una larga semana laboral, me levanté con ganas de disfrutar el invierno. Es que en Calgary la diversión no tiene límites, especialmente cuando hacen treinta grados bajo cero; realmente, uno no sabe que elegir entre tanta opción. Así fue como salté de la cama y me asomé por la ventana para ver que presagiaba el día.
Que lindo! Parece que anoche hubo tormenta y se acumularon casi treinta centímetros de nieve!!
Excelente oportunidad para ejercitar los músculos, no solo se había juntado un montón de nieve, sino que abajo de la misma había una soberana capa de hielo. Ejercicio tonificante si los hay el tratar de despegarlo del piso, que bueno!! Y si sumamos el sedante chirrido del borde metálico de la pala contra el cemento...quién necesita un Spa?!
En quince minutos de divertido work out había avanzado casi dos metros. Y todo lo que faltaba!! Que suerte tener una entrada a la casa tan larga!!
Si bien no se nota porque mis facciones estaban congeladas después de cuarenta minutos de palear a lo loco, acá pueden adivinar mis lágrimas de felicidad (que también se congelaron); y la satisfacción de saber que solo me faltaba medio driveway para terminar!!
Una vez que se fue el saludable tono azulado de mi cara y de mis manos, nada más reconfortante que asomarme a la ventana y ver como otra vez empezaba a nevar y a cubrir todo lo que acababa de limpiar. No se los dije? Por estos lados la diversión nunca termina!
Al otro día me agarré una pulmonía. No importa, la salud en Canadá es gratuita! Seis horas esperando en la guardia de la clínica y el domingo se fue casi sin darme cuenta. Un fin de semana fabuloso. Esto si que es vida, amigos, y ustedes sufriendo el calor agobiante en alguna playa de la costa atlántica, pegoteados de bronceador y arena. Qué se insolaron? Muéranse de envidia! Ahora saben uno de nuestros secretos mejor guardados: en Calgary, la emoción empieza al abrir la puerta de tu casa.